domingo, marzo 05, 2006

De Isabel Turrent

AMLO: alergia a las ideas


La estrategia de campaña de Andrés Manuel López Obrador en las últimas semanas, es muy clara. Él y sus asesores más cercanos han decidido proteger los 6 o 7 puntos de ventaja que mantiene el PRD en las encuestas que más lo favorecen, y refugiarse en el silencio. AMLO le da la vuelta a reuniones con empresarios y otros grupos de opinión, rehúye entrevistas y debates, se dedica a atacar a sus oponentes, intenta dar una cara conciliadora en las presentaciones públicas que no puede evitar, y ha reducido el tan cacareado proyecto "alternativo" de nación a una o dos propuestas menores y confusas.


Si esta política de campaña fuera una táctica coyuntural, no podrían ponérsele muchos "peros". El PRI está atrapado entre el carisma negativo de su candidato y los escándalos de corrupción de Montiel y del gobernador de Puebla. Si Madrazo tenía algún programa propositivo de gobierno, éste se perdió cuando las noticias del enriquecimiento ilícito de Montiel empezaron a ocupar las primeras planas de la prensa. Hasta el momento, el PRI ha sido incapaz de remontar el lastre que representan Montiel y Marín y tendrá que esperar muy poco para constatar cuántos votos le han quitado el ex góber multimillonario y el góber "precioso": las elecciones municipales en el Estado de México serán el mejor termómetro para medir el costo de sus errores. Por el momento, el PRI está haciendo campaña en favor de López Obrador.


Por razones difíciles de adivinar, Felipe Calderón está empeñado también en apoyar a AMLO. Olvidó que éste es un país de mayoría católica pero profundamente laico y se metió en el berenjenal de mezclar la religión con la política; ha desaprovechado la cara positiva de su falta de experiencia de gobierno -que nadie puede pasarle las cuentas que pueden presentársele a Madrazo y a López- y no se ha distanciado lo suficiente del presidente Fox. Peor aún no ha logrado convertir las propuestas aisladas que ha expresado en un programa coherente de gobierno, y transmitirlo al electorado.


El resultado de los errores del PAN y del PRI es que aun la prensa extranjera considera que no hay diferencias de fondo en la posición de los candidatos que van a la cabeza de las encuestas frente a los problemas que enfrenta México. (Como botón de muestra, véase el artículo de The Economist del 25 de febrero.) Una circunstancia que favorece a López y que podría explicar y hasta justificar la táctica de "retraimiento" temporal del PRD.


El problema es que hay indicadores claros para pensar que la política perredista no es coyuntural, sino una estrategia de largo plazo que puede tener consecuencias muy negativas para el país. Uno de los asesores más cercanos a López declaró hace unos días que "la elección no se va a decidir a partir de propuestas políticas", y el candidato perredista está empeñado en reducir los indispensables debates televisivos con sus oponentes, a una sesión que se ajuste a un guión estricto diseñado por él.


López Obrador tiene una alergia aguda al debate porque no es un demócrata: necesita enemigos, no adversarios políticos. Padece el defecto "estructural" de agredir, en lugar de polemizar en un clima de tolerancia y de intercambio de ideas. Y él y sus asesores buscan que la elección no se decida con base en propuestas, porque no tienen ninguna.


En las contadas ocasiones recientes en que López Obrador ha pasado de la descalificación de sus oponentes al terreno propositivo, se ha limitado a repetir de nuevo promesas menores como la reducción del precio de los energéticos o la construcción de más "segundos pisos" y a satanizar machaconamente lo que llama "reformas estructurales".


Es inútil abundar en las desventajas de los "segundos pisos": en México o en cualquier ciudad del mundo, en ausencia de una red eficaz de trenes subterráneos, esas obras tienen una vida útil muy corta, porque invitan a la multiplicación de los automóviles y, por lo tanto, del tráfico y la contaminación que pretenden evitar. Son medidas que alimentan, por lo demás, el consumo excesivo de gasolina. Y ni AMLO ni nadie podrá reducir los precios de los energéticos sin una reforma a fondo de ese sector, porque los altos costos unitarios del gas, el petróleo y la electricidad, son resultado de la ineficiencia de los monopolios estatales que los producen. Sin reformas, López Obrador podrá, a lo más, subsidiar precios menores para los energéticos, lo cual lo llevará de regreso al hoyo negro de su proyecto "alternativo": sin reformas, ¿de dónde saldrán los fondos para financiar sus contadas propuestas?


Las bajas tasas de crecimiento que ha tenido México y la pérdida creciente de competitividad internacional, imponen la necesidad de modificar -para evitar la palabra estructural que irrita tanto a AMLO- los marcos operativos e institucionales de la economía, para estimular la inversión, la productividad y el empleo. La opinión pública tiene el derecho a escuchar a los candidatos exponer y defender sus promesas de campaña en uno o varios debates, y el PRI y el PAN, la obligación de presentar al electorado un programa que establezca su posición en relación con estas reformas, y otros asuntos tan delicados como el narcotráfico o la inseguridad, y de evitar que la elección se decida en medio de un vacío de propuestas.


Correo electrónico: iturrent@yahoo.com